Adherido al mortal sepulcro,
Un triste bulto rígido, frío cual efigie
Unos cabellos reposan desprendidos
Como delgados alambres caducos
¿Esa eres tú?. ¿Aquella que idolatré?
¿Aquella que me consumía en eternas noches de deseo y fuego?
¿La que cambió mi mundo, mi razón y mis sueños?
¿Acaso de verdad te amé?
El cráneo que ayer acaricié devoto,
hoy se deshace al contacto
Materia gris, como fango de loto
En el momento, en que ahriman cobra su pacto
Lo que mis ojos ven,
Y mi alma siente
Es solo una sombra inerte
Y me retiro prudente,
Por temor a contagiarme
De tu olor y de tu muerte
La vulgar materia que siempre defendiste tenaz
No es mas que un disfraz que se corroe,
La vida no es mas que una chispa fugaz
Y pronto llega el tiempo de emigrar
El rostro que llevaste en el mundo de la gente,
no lo escogiste, solo apareció
En cambio para el sueño eterno de la muerte
Ese, tu vida lo construyó
Y, ¡Oh Zeus!, a fe que no te reconozco
Es inútil la memoria,
Es en vano cualquier esfuerzo,
Tuviste el tiempo para crearte un hermoso rostro
Con el cincel férreo de un corazón honesto,
Con el mármol perenne de la caricia sin cálculo,
Con la arcilla tibia del desinterés real,
Con los hermosos colores de la verdad,
Mas decidiste, testaruda y vacía
Quedarte en tu mundo falaz,
engañador y obtuso
En la cárcel de tu realidad
Y ahora tristemente,
remontas las aguas del estigio,
con el rostro de la muerte,
Como tu máscara para siempre.
Fabian H. Chavez.
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