martes, 5 de mayo de 2009

Un Duelo Singular. Capitulo Uno.

Un Duelo Singular.
Capítulo Uno.
Vanisha

En aquella tosca pero acogedora posada, excavada a mano en el corazón de la montaña colgaban dos inmensos mecheros que arrojaban una débil y melancólica luz sobre los personajes que departían sentados en una de las enormes mesas compuestas por macizos tablones rectangulares descansando sobre bases de piedra pulida, sólidamente aseguradas por su propio peso. La semipenumbra del lugar y lo taciturno de sus clientes contrastaba con la poderosa voz de Hertico que alegremente, al calor de un Kumiss (fermentado a base de leche de yegua), departía con Iyoshi, su fiel compañero e instructor de guerra a quien había reclutado en las lejanas tierras chinas después de sufrir lo indecible en una sangrienta batalla:
  • Mira Iyoshi: te confieso que no me entusiasma demasiado la idea de desposar a Yalina, pero hay que reconocer que es una buena mujer y es imperioso tener un descendiente.
  • ¿Buena mujer? Por el cielo, si es la mujer mas hermosa que puedas encontrar en estas tierras. Francamente no entiendo tu desazón Hertico, además ya no es hora de insensatos arrepentimientos. Muda esa expresión y aterriza por favor, urge que tengas un heredero por ti y por tu pueblo.
  • Tienes razón… sólo que no ...
  • Te gusta alguna otra? Si es así puedes tenerla como concubina.
  • No se trata de eso, reconozco que la mejor mujer que pueda encontrar es Yalina, sólo que no es lo que yo sueño.. Su mente viajó rauda en el pasado. No cesaba de recordar un extraño incidente que se presentó cuando iniciaba la campaña de China: Al frente de un pelotón de reconocimiento divisó de lejos el ataque de unos salteadores de caminos contra una pequeña y lujosa caravana. Decidió intervenir y pronto dió cuenta de los malhechores, pero cuando quiso acceder a la carroza principal (una suerte de extraño palanquín sostenido firmemente por una docena de enmascarados) fué franqueado desafiante por los cuatro guerreros sobrevivientes, completamente arropados con túnicas azul oscuras y sables desenvainados. Hertico, pronto se dio cuenta que no se trataba de una caravana china o de alguna tribu conocida y que aquellos extraños guerreros que no musitaban palabra estaban dispuestos a morir antes que dejarlo acercarse al lujoso palanquín. Era inevitable la confrontación cuando una melodiosa voz en lengua desconocida surgió del fondo de la carroza, a todas luces una orden, ya que fueron depuestas las armas y los cubiertos rostros bajaron la mirada. Cuando Hertico, decidido ingresó en el carruaje quedó boquiabierto: El ser mas encantador que jamás su imaginación podría crear le miraba fijamente desde un pequeño estanque cubriendo con pudor su desnudez, aunque aquello era un gesto inútil, pues Hertico estaba absolutamente arrobado con aquellos ojos azules cuya mirada ingresaba directamente en su alma llenándola de una sensación desconocida hasta entonces. Quiso hablar pero, torpemente atinó a balbucear un par de frases... En aquella incómoda situación sintió directo en su mente, como una caricia, la voz de aquella hermosa desconocida:
  • Te saludo, guerrero terrestre y te agradezco lo que has hecho por mí, pero el contacto nuestro es perjudicial para todos … es algo que no debió acontecer y urge cortarlo cuanto antes... yo debo llegar hasta las montañas donde están los míos y debo rogarte que olvides …
  • ¿Como te llamas?, cortó abruptamente Hertico
  • Vanisha suena mi nombre en el mundo de los hombres (contestó aquella, arrepentida de inmediato de hacerlo, sabía lo perjudicial que podría ser aquél contacto, sin embargo en su corazón algo se había despertado también).
Arrobado en aquelos recuerdos, Hertico fue interrumpido por la voz grave de Iyoshi:
  • “Un verdadero líder no sueña con los ojos abiertos”… Sentenció el maestro con reproche. Adivinaba la causa de la desazón de su discípulo: había sido testigo de aquél extraño suceso, del súbito cambio de planes para acompañar aquella caravana hasta lo mas intrincado de las montañas, del par de días en los cuales Hertico prácticamente no abandonó aquél extraño palanquín y finalmente, la despedida ante un muro de piedra con su jefe al borde del llanto. Para Iyoshi, aquello era lo mas vergonzoso que podría presenciar y por aquella razón nunca mas volvió a tocar el tema directamente con Hertico... aunque sospechaba que los insomnios y el ensimismamiento constante que le acompañaban, tenian que ver con aquél nombre que le había escuchado repetir con un gesto de nostalgia en un par de ocasiones: ¡VANISHA!.
Hertico ignoró la velada reprimenda de Iyoshi y cambió rápidamente de tema:
  • “Hay algo que no encaja amigo, no entiendo la insistencia de Ontor por entrevistarse conmigo con tanto sigilo y secreto y luego dejarme plantado por dos días esperándolo en estas soledades”.
  • “Bonito lugar… la puerta de entrada al Desierto del Gobi y tu insistencia en no traer escolta”…
  • “Ya deja la cantaleta Iyoshi, te dije que Ontor puede ser una serpiente pero no deja de ser mi hermano y a mí su palabra me basta”.
  • “¡Sea! espetó incrédulo, pero al menos no te relajes… ¿ya te diste cuenta de los seis gigantes que acabaron de entrar?”.
  • “Siete, uno se quedó en la puerta y sus ropajes de labriegos no dejan de ser un burdo disfraz, a leguas se ve que son mercenarios”.
  • “Guerreros Buriatos, asesinos a sueldo, esto no me gusta nada Hertico, creo que llegó la hora de partir”.
En ese instante uno de los rubios gigantones que se habían ubicado estratégicamente al lado de los dos amigos, en una rápida acción levantó la inmensa mesa de madera estrellándola contra la pared y desenvainando su espada se lanzó con un tremendo alarido sobre Hertico, quien ya lo esperaba con los dos sables desenvainados y en un solo movimiento vertiginoso desvió el terrible golpe y decapitó a su agresor, mientras Iyoshi, su maestro, se batía contra los otros contendores, recibiendo pronta ayuda. En el momento en que daban cuenta del último guerrero Buriato, Hertico alcanzó a observar como huía raudamente el que había fungido como centinela.
  • “A fe que son fuertes estos miserables, unas verdaderas bestias”. Jadeó Hertico, tapándose con la mano una herida en el vientre de la que manaba profusamente sangre.
  • “Estos no son los que mas me preocupan… Vámonos rápido que no se por qué pienso que estos no son mas que la avanzada, el grueso del atentado hasta ahora está por venir”. Contestó Iyoshi. Ahora era consciente de que lo único que les había librado de morir, por el momento, eran sus altos conocimientos de combate físico, pero tenía la certeza de que les esperaba un ataque con mucha mas gente que no podrían contener.
Sus temores se vieron prontamente confirmados: al salir de la caverna – posada una lluvia de flechas silbando por encima de sus cabezas fue el aviso de muerte dado por mas de trescientos guerreros Buriatos que en perfecta formación esperaba paciente su salida. En forma suicida, los dos agredidos se lanzaron por un precipicio de unos cincuenta metros cayendo de golpe precisamente en el pequeño campamento de sus agresores que a la sazón no se encontraba vigilado mas que por un par de centinelas que ingenuamente se lanzaron sobre ellos sólo para encontrar la muerte sin alcanzar a comprender la magnitud de su ciega temeridad.
Maltrechos alcanzaron a apropiarse de dos caballos y a partir al galope justo en el momento en el que la tropa llegaba a su propio campamento, lanzando terribles gritos y maldiciones y ensillando monturas para iniciar la que sería una tenaz persecución.
Horas más tarde, Hertico e Iyoshi totalmente extenuados debieron reconocer que estaban perdidos en una interminable sucesión de montañas y que sus perseguidores perfectamente conocedores de aquellos territorios pisaban sus talones. Débil hasta el extremo por la profusa cantidad de sangre que manaba sin cesar de su vientre, Hertico empezó a sentir que su vida se escapaba, su visión se tornaba borrosa y respiraba con dificultad. En un momento creyó percibir una especie de pequeño sendero y no dudó en lanzarse por allí, Iyoshi igualmente cansado decidió dejar en manos de su jefe su propia vida, simplemente se limitó a seguirle mientras aquél se internaba por una serie de desfiladeros cada vez mas extraños y en instantes dejaron de escuchar los caballos de sus perseguidores. Al atravesar una pequeña cascada Hertico sintió un extraño escalofrío por todo su cuerpo e inexplicablemente se llenó de seguridad y energía.
A unos doscientos metros el camino terminaba enfrente de una gran montaña sin vegetación de con paredes de extrañas tonalidades azules, que atrajo desmesuradamente la atención de Hertico acelerando el paso de su cansado animal. Iyoshi apenas pudo percibir aterrado como su jefe se dirigía veloz contra un pétreo muro y con sus escasas fuerzas le gritó inútilmente que se detuviera, observando con pánico lo que no podía entender sino como un suicidio premeditado: ¡Iba directo a estrellarse con la pared!.
Estupefacto Iyoshi observó como la piedra viva se abría instantes antes de que Hertico la golpeara, dejando escapar de sus entrañas una ráfaga de luz azul que alcanzó a herir sus ojos, y en una fracción de segundos decidió seguir la suerte de su jefe ingresando a aquél extraño recinto antes de que aquella piedra, se cerrara de golpe a sus espaldas.

Fabian Hernando Chavez Ortiz ...Prox Capítulo "Shamballah"

Un Duelo Singular


UN DUELO SINGULAR


Una historia tan real como los sueños, tan veraz como el recuerdo. "UN DUELO SINGULAR", es la primera narración que me atreví algún dia a garrapatear. Desde luego que en aquella época se trataba tan sólo de un puñado de folios y ahora parece no tener fin. Por ello, (a ver si por fin encuentro la motivación para culminarla) decidí publicarla, dividida en capítulos que agregaré semanalmente para no abusar de la generosidad de mi (s) ocasional (es) lector (es).

FABIAN H. CHAVEZ.

Prólogo.
Mong Wuo


Una tribu nómada, de tantas que habitaran la estepa oriental de Asia al final del primer milenio en la era cristiana. Humilde pero valerosa, ingenua pero tenaz, empezó a sufrir una lenta transformación y sus nativos, pacíficos pastores cuya vida se desarrollaba plácidamente en las grandes estepas abiertas y en los tenebrosos desiertos de frío o de calor, discurriendo como nómadas según las conveniencias del clima o la riqueza de los pastos, empezaron a transformarse a medida que crecían las nuevas generaciones, en fieros guerreros despertando la admiración, pero ante todo la preocupación y el miedo de sus vecinos.

Por eso, cuando su caudillo Ontor Chei tomó la iniciativa de unirse a las tribus con quienes históricamente permanecían en pugna por el derecho a los mejores pastos y la mejor tierra, en condiciones de igualdad y equidad, los Vogulios, Ostiacos, Yukaghiros, Tchutkschis, Buriatos, y Calmucos no dudaron en unirse en una Confederación bajo el control militar principalmente de guerreros de la tribu tribu Mong Wu, dirigida y organizada por Ontor Chei, sobre quien empezaban a tejerse leyendas de inmortalidad y terribles poderes sobrenaturales.

Las cosas marcharon razonablemente bien durante largos años y el poderío de la nueva confederación, se tradujo en progreso y prosperidad común que se reflejaba en el rostro de sus habitantes ya conocidos en tierras lejanas como “Mongoles”. Sin embargo dicho progreso, basado en la opresión y esclavización de las tribus y reinos mas débiles y en la paulatina centralización de poder en cabeza de Ontor, (quien a la sazón había establecido la capital de la Confederación en Kanghai) cada día mas sanguinario y cruel, hizo que su propia tribu de origen: la Mong Wuo empezara a tomar abierta distancia de quien empezaban a ver como tirano.

Inteligentemente Ontor Chei en una jugada de ajedrez, envió a su hermano Hertico (quien se perfilaba como el verdadero líder natural de la tribu) como General en Jefe de la Confederación a luchar contra los Chinos de la Dinastía Hu en una inaplazable lucha de poderes, confiando en una estruendosa derrota que seria su muerte política, si antes no fallecía bajo la formidable maquinaria de guerra del emperador Jieshi. Mientras tanto se dedicaba a realizar terribles “purgas” en las altas esferas de la aristocracia confederada reemplazando dirigentes con alguna independencia por “títeres” que no dudarían en ungirle como Rey o Khan.

Ajeno a las maquinaciones de su hermano, Hertico Chei se batía fieramente al pié de la muralla china alcanzando al fin una definitiva y sonora victoria que le convirtió en celebridad entre todas las tribus y en el héroe verdadero de su gente: los Mong Wuo.

Desobedeciendo las estrictas órdenes de Ontor, se abstuvo de arrasar las tierras chinas, limitándose a hacerles firmar un pacto de obediencia y tributo mensual y, de nuevo sin consultar a su hermano, a su regreso decidió radicarse en su propia tribu, lejos de la capital Kanghai, la sede del Gobierno. Allí, fue elegido unánimemente como Jefe, y enterado de los abusos de su hermano, se opuso con todas sus fuerzas a sus proyectos dictatoriales, promoviendo la igualdad entre los miembros de las tribus y aboliendo la esclavitud en su propia tierra con la esperanza de que el ejemplo terminara por convertirse en norma para la Confederación.

Dos años después, Ontor contaba con la aquiescencia de todas las tribus menos una: su propia gente Los Mong Wuo y de todos los hombre importantes de la Confederación menos uno: Hertico su hermano. Eran de facto los únicos que se oponían al reinado. La situación era de tensa calma y en cualquier momento podía estallar.

Fabian H. Chavez.

lunes, 26 de enero de 2009

Sigue la Lucha



Sigue la Lucha...

¿Acaso alguna vez creí que tenía fín?
Era ingenuo confundir la modorra con la tregua
El encanto vacío de lo material,
El embrujo perenne de venus,
Con el tránsito sereno por las llanuras de Shamballah


Sigue la Lucha...

Mi única arma: La Impecabilidad
Sentimientos que son estorbo, Taras, muletillas,
La Trampa Suprema del Hacedor Negativo.


Sigue la Lucha...

No existe el final, abundan comienzos
Muchos en falso, pocos avances
El Principal: La Claridad En La Visión...
EN LA PROPIA VISIÓN

Descubrir el Guerrero
En la maraña espesa de la Bagatela
Encontrar mis propios pasos
Refundidos con las huellas de la manada.


Sigue la Lucha...

No habrá vencedores ni vencidos
Ni premio ni castigo,
Los honores del vulgo, propiedad son del anodino
La conquista real,
Grabada en el espejo de mi espiritu estará
A salvo del manoseo de la parcialidad popular.


Sigue la Lucha...

La mirada altiva para el soberbio,
La sonrisa abierta para el humilde
El pecho ante Dios descubierto
El escudo impenetrable para el miedo.

La Despedida nostálgica a la tristeza,
La Bienvenida franca a la verdad.


Sigue la Lucha...

La lucha que comenzó
Mucho antes del Tiempo,
Y seguirá después que él,

La lucha que no comencé,
La lucha que siempre se me quiso ocultar,
La lucha de la que se me quiso excluir,

La Lucha que ahora me pertenece...


Fhcho
26-01-09.