Capítulo Uno.
En aquella tosca pero acogedora posada, excavada a mano en el corazón de la montaña colgaban dos inmensos mecheros que arrojaban una débil y melancólica luz sobre los personajes que departían sentados en una de las enormes mesas compuestas por macizos tablones rectangulares descansando sobre bases de piedra pulida, sólidamente aseguradas por su propio peso. La semipenumbra del lugar y lo taciturno de sus clientes contrastaba con la poderosa voz de Hertico que alegremente, al calor de un Kumiss (fermentado a base de leche de yegua), departía con Iyoshi, su fiel compañero e instructor de guerra a quien había reclutado en las lejanas tierras chinas después de sufrir lo indecible en una sangrienta batalla:
- Mira Iyoshi: te confieso que no me entusiasma demasiado la idea de desposar a Yalina, pero hay que reconocer que es una buena mujer y es imperioso tener un descendiente.
- ¿Buena mujer? Por el cielo, si es la mujer mas hermosa que puedas encontrar en estas tierras. Francamente no entiendo tu desazón Hertico, además ya no es hora de insensatos arrepentimientos. Muda esa expresión y aterriza por favor, urge que tengas un heredero por ti y por tu pueblo.
- Tienes razón… sólo que no ...
- Te gusta alguna otra? Si es así puedes tenerla como concubina.
- No se trata de eso, reconozco que la mejor mujer que pueda encontrar es Yalina, sólo que no es lo que yo sueño.. Su mente viajó rauda en el pasado. No cesaba de recordar un extraño incidente que se presentó cuando iniciaba la campaña de China: Al frente de un pelotón de reconocimiento divisó de lejos el ataque de unos salteadores de caminos contra una pequeña y lujosa caravana. Decidió intervenir y pronto dió cuenta de los malhechores, pero cuando quiso acceder a la carroza principal (una suerte de extraño palanquín sostenido firmemente por una docena de enmascarados) fué franqueado desafiante por los cuatro guerreros sobrevivientes, completamente arropados con túnicas azul oscuras y sables desenvainados. Hertico, pronto se dio cuenta que no se trataba de una caravana china o de alguna tribu conocida y que aquellos extraños guerreros que no musitaban palabra estaban dispuestos a morir antes que dejarlo acercarse al lujoso palanquín. Era inevitable la confrontación cuando una melodiosa voz en lengua desconocida surgió del fondo de la carroza, a todas luces una orden, ya que fueron depuestas las armas y los cubiertos rostros bajaron la mirada. Cuando Hertico, decidido ingresó en el carruaje quedó boquiabierto: El ser mas encantador que jamás su imaginación podría crear le miraba fijamente desde un pequeño estanque cubriendo con pudor su desnudez, aunque aquello era un gesto inútil, pues Hertico estaba absolutamente arrobado con aquellos ojos azules cuya mirada ingresaba directamente en su alma llenándola de una sensación desconocida hasta entonces. Quiso hablar pero, torpemente atinó a balbucear un par de frases... En aquella incómoda situación sintió directo en su mente, como una caricia, la voz de aquella hermosa desconocida:
- “Te saludo, guerrero terrestre y te agradezco lo que has hecho por mí, pero el contacto nuestro es perjudicial para todos … es algo que no debió acontecer y urge cortarlo cuanto antes... yo debo llegar hasta las montañas donde están los míos y debo rogarte que olvides …
- ¿Como te llamas?, cortó abruptamente Hertico
- Vanisha suena mi nombre en el mundo de los hombres (contestó aquella, arrepentida de inmediato de hacerlo, sabía lo perjudicial que podría ser aquél contacto, sin embargo en su corazón algo se había despertado también).
- “Un verdadero líder no sueña con los ojos abiertos”… Sentenció el maestro con reproche. Adivinaba la causa de la desazón de su discípulo: había sido testigo de aquél extraño suceso, del súbito cambio de planes para acompañar aquella caravana hasta lo mas intrincado de las montañas, del par de días en los cuales Hertico prácticamente no abandonó aquél extraño palanquín y finalmente, la despedida ante un muro de piedra con su jefe al borde del llanto. Para Iyoshi, aquello era lo mas vergonzoso que podría presenciar y por aquella razón nunca mas volvió a tocar el tema directamente con Hertico... aunque sospechaba que los insomnios y el ensimismamiento constante que le acompañaban, tenian que ver con aquél nombre que le había escuchado repetir con un gesto de nostalgia en un par de ocasiones: ¡VANISHA!.
- “Hay algo que no encaja amigo, no entiendo la insistencia de Ontor por entrevistarse conmigo con tanto sigilo y secreto y luego dejarme plantado por dos días esperándolo en estas soledades”.
- “Bonito lugar… la puerta de entrada al Desierto del Gobi y tu insistencia en no traer escolta”…
- “Ya deja la cantaleta Iyoshi, te dije que Ontor puede ser una serpiente pero no deja de ser mi hermano y a mí su palabra me basta”.
- “¡Sea! espetó incrédulo, pero al menos no te relajes… ¿ya te diste cuenta de los seis gigantes que acabaron de entrar?”.
- “Siete, uno se quedó en la puerta y sus ropajes de labriegos no dejan de ser un burdo disfraz, a leguas se ve que son mercenarios”.
- “Guerreros Buriatos, asesinos a sueldo, esto no me gusta nada Hertico, creo que llegó la hora de partir”.
- “A fe que son fuertes estos miserables, unas verdaderas bestias”. Jadeó Hertico, tapándose con la mano una herida en el vientre de la que manaba profusamente sangre.
- “Estos no son los que mas me preocupan… Vámonos rápido que no se por qué pienso que estos no son mas que la avanzada, el grueso del atentado hasta ahora está por venir”. Contestó Iyoshi. Ahora era consciente de que lo único que les había librado de morir, por el momento, eran sus altos conocimientos de combate físico, pero tenía la certeza de que les esperaba un ataque con mucha mas gente que no podrían contener.
Maltrechos alcanzaron a apropiarse de dos caballos y a partir al galope justo en el momento en el que la tropa llegaba a su propio campamento, lanzando terribles gritos y maldiciones y ensillando monturas para iniciar la que sería una tenaz persecución.
Horas más tarde, Hertico e Iyoshi totalmente extenuados debieron reconocer que estaban perdidos en una interminable sucesión de montañas y que sus perseguidores perfectamente conocedores de aquellos territorios pisaban sus talones. Débil hasta el extremo por la profusa cantidad de sangre que manaba sin cesar de su vientre, Hertico empezó a sentir que su vida se escapaba, su visión se tornaba borrosa y respiraba con dificultad. En un momento creyó percibir una especie de pequeño sendero y no dudó en lanzarse por allí, Iyoshi igualmente cansado decidió dejar en manos de su jefe su propia vida, simplemente se limitó a seguirle mientras aquél se internaba por una serie de desfiladeros cada vez mas extraños y en instantes dejaron de escuchar los caballos de sus perseguidores. Al atravesar una pequeña cascada Hertico sintió un extraño escalofrío por todo su cuerpo e inexplicablemente se llenó de seguridad y energía.
A unos doscientos metros el camino terminaba enfrente de una gran montaña sin vegetación de con paredes de extrañas tonalidades azules, que atrajo desmesuradamente la atención de Hertico acelerando el paso de su cansado animal. Iyoshi apenas pudo percibir aterrado como su jefe se dirigía veloz contra un pétreo muro y con sus escasas fuerzas le gritó inútilmente que se detuviera, observando con pánico lo que no podía entender sino como un suicidio premeditado: ¡Iba directo a estrellarse con la pared!.
Estupefacto Iyoshi observó como la piedra viva se abría instantes antes de que Hertico la golpeara, dejando escapar de sus entrañas una ráfaga de luz azul que alcanzó a herir sus ojos, y en una fracción de segundos decidió seguir la suerte de su jefe ingresando a aquél extraño recinto antes de que aquella piedra, se cerrara de golpe a sus espaldas.
Fabian Hernando Chavez Ortiz ...Prox Capítulo "Shamballah"