sábado, 20 de marzo de 2010

UN DUELO SINGULAR CAPITULO IV. EL HUERFANO




La vida del Mongol discurría en las grandes estepas abiertas, en los inmensos valles, en los tenebrosos desiertos de frío o de calor. Nómadas, viajando constantemente según las conveniencias climáticas o la riqueza de los pastos. El caballo era parte fundamental de su vida (de hecho, un verdadero guerrero aprendía a montar a caballo, antes que a caminar). Se servían de los equinos para dirigir sus manadas, cazar y guerrear. Todo ello cambió con la traición de Ontor a su propio hermano Hertico intentando asesinarlo y la tribu “Mong Wo” entró en rebeldía abierta contra el tirano. Escondidos en el providencial valle de Shamballah su forma de vida cambió considerablemente y las estructuras social-políticas básicas sugeridas por Hertico y aprobadas por el Consejo de Ancianos fueron las que imperaron en el nuevo hogar. Una comunidad mas democrática y menos machista que antaño (la igualdad femenina se consolidó), con acceso al conocimiento para todos (Hertico diseñó un sistema de educación básica obligatoria, a cargo de los mas sabios de la tribu en el que imperaba, por supuesto, la instrucción militar y la cosmogonía Mongol. Sin embargo, el conocimiento especializado seguía siendo una prerrogativa de los nobles).

La vida en Shamballah, para los jóvenes como Gengis se enfocaba casi exclusivamente en el desarrollo y perfeccionamiento físico, a través de rudos juegos que ocupaban la mayor parte del día. Ocasionalmente ayudaban en las labores cotidianas.

Iyoshi – por instrucciones de Hertico- fungía como preceptor no oficial del pequeño Gengis, tratando de inculcar en su pequeño ser, todo el conocimiento que pudiera, sin embargo, era consciente de que el tiempo no jugaba a su favor. El pequeño tenía demasiados enemigos.

Timur Chei, el hermano menor de Ontor y Hertico se opuso a que Gengis hiciera parte del grupo selecto de jóvenes que cada tres días se reunían con los eruditos, historiadores, militares, magos y políticos de la tribu a recibir enseñanzas (algunas de las cuales eran prohibidas para la mayoría de la población) que algún día aplicarían como militares o administradores. Las razones expuestas fueron farragosas y pueriles, pero aparte de Egin (venerable anciano patriarca, mentor años atrás de su padre), nadie se atrevió a contradecirle, todos tenían simpatía por el hijo de Hertico, pero en la práctica, siendo un niño, virtualmente huérfano no era nadie y le tenían temor a su familia paterna que estaba más preocupada por sacarlo del camino en una eventual sucesión que por respetar y (mucho menos) hacer valer sus derechos. Gengis estaba solo en el mundo, su familia paterna era un nido de cuervos esperando verlo muerto para despedazar la carroña. El hecho de su existencia representaba un estorbo para la morbosa ambición de Timur, quien, a falta de cualquier escrúpulo o sentimiento por los demás , no dudaría en pisotearlo a la menor oportunidad.


Gengis vivía en la tienda de Egin, quien le acogió compasivo el día en que timur lo había echado de la yurta familiar para siempre en medio de insultos y amenazas. La causa (fervientemente esperada por Timur) fue el “Kumiss”, bebida a base de leche de yegua fermentada y los efectos catastróficos de la primera borrachera de Gengis. Un día Gengis, Choibalsán y otros amigos se pasaron de Kumiss, y cada cual llegó a su casa en notorio estado de embriaguez. En las otras familias no pasó de ser una anécdota jocosa, pero en casa de Hertico fue la oportunidad perfecta para intentar deshacerse de aquél estorbo. Timur, armado de una, tan falsa como conveniente indignación, armó una escena, manipuló la situación humillando y provocando de tal forma al joven ebrio que respondió como era de esperarse en un joven guerrero mongol: encarando a su agresor. Un rostro de satisfacción adornó el semblante de Timur: él nunca desaprovechaba una oportunidad.


Por Fabian Hernando Chavez Ortiz

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